Jorge Carrillo en el MICPI: De la estructura lineal de la cadena de valor al modelo de producción en red
Apuntes de la charla de Jorge Carrillo: Decisiones políticas, estéticas y económicas en los eslabones de la cadena de producción (Quito, 4 de septiembre de 2024).
La tarde del 4 de septiembre del 2024, Jorge Carrillo Grandes, Director ejecutivo del Instituto de Fomento a la Creatividad y la Innovación, participó como invitado de una charla en el Mercado de Industrias Culturales de Pichincha (MICPI), organizado por la Prefectura de Pichincha y la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
El Teatro Prometeo fue el escenario de aquel encuentro que tuvo el objetivo de crear un espacio de reflexión sobre las decisiones estéticas, políticas y económicas que asumen los artistas en el marco de los eslabones de la cadena de producción.
Carrillo inició la charla con un acercamiento conceptual a la dimensión heterogénea de la cultura, y de esa manera, profundizó sobre la pluralidad de sus expresiones, en sus múltiples formas de aprehender el mundo, que se estructuran en un tejido de relaciones simbólicas y materiales, delimitadas en campos de tensiones y disputas.
En ese contexto, la propuesta reflexiva fue profundizar en cómo operan las prácticas artísticas en la perspectiva del orden económico que las moviliza.
Si partimos de un enfoque económico para observar cómo se desarrollan las prácticas artísticas, podemos notar la constante toma de decisiones, estrategias y condiciones que definen las posturas estéticas, económicas y políticas que tienen los artistas. La cadena de producción es una herramienta para determinar el flujo de ese proceso, para reconocer el eslabón en que las prácticas se encuentran. Incluso, las propuestas más contestatarias, irruptivas o cuestionadoras, incurren en alguna etapa de la cadena de producción, porque en cada práctica artística, en cada proceso de producción, existen recursos y tiempo invertido, mencionó el Director ejecutivo del IFCI.
Los economistas llaman a ese ciclo de decisiones, costos de oportunidad, que en otras palabras significa tomar decisiones de vida: evaluar el costo y beneficio económico que significa dedicarse a una u otra actividad. Si trasladamos ese planteamiento al campo de las artes, necesariamente tenemos que evaluar el tiempo y recursos que están invertidos en una obra. Por tal razón, asumir un proceso de producción artística es tomar una decisión económica, y en ese sentido es fundamental reconocer los esfuerzos de dicho trabajo, para valorarlos económicamente, trasladarlos a costos de producción, enfatizó Carrillo.
La mayoría de gestores culturales y artistas condensan sus esfuerzos en la primera etapa de la cadena de producción, específicamente en el proceso de investigación, creación y producción. Esa tendencia impide conectar la relación entre oferta y demanda; al mismo tiempo, los proyectos se absorben en ese proceso, atrapados en un solo momento de la cadena de valor, y sucumben, se frustran o se olvidan.
Recorrer los otros eslabones de la cadena de producción requiere de otras capacidades, experiencias y acciones. El proceso de difusión y promoción, la etapa de distribución y circulación, y el momento para la comercialización, son etapas que necesitan de una redefinición de la estructura del proyecto, implica delegar nuevas funciones de trabajo, específicas y diferenciadas, y definir los objetivos del proyecto en la lógica del mercado, en consideración a la oferta y demanda que la producción artística genera.
Sobre la base de esa experiencia, los proyectos que logran avanzar en la cadena de valor, encuentran otras dificultades en el camino. En primer lugar, porque no existe una estructura que permita el desarrollo de una industria cultural y las acciones que emprenden los gestores se debilitan por la falta de políticas públicas como soporte a sus procesos. Sin embargo, vale decir que las obras terminadas que trabajan en la circulación, que logran generar procesos de distribución y exhibición, también labran otros caminos, llegan a otros puertos, construyen otros públicos y comercializan su trabajo.
La perspectiva lineal de la cadena de valor tiene sus límites, sobre todo, en relación a los tipos de producción que se ponen en marcha y a la lógica que define el trabajo artístico: hacia quién se dirige la obra, en qué contexto y con qué fin. En ese sentido, las decisiones políticas, estéticas y económicas que hacen los artistas se hacen tangibles en la complejidad de una estructura de análisis distinta, que pone en juego otros mecanismos de relación entre la oferta y la demanda, basados en un modelo de producción que funciona en base a redes.
Los procesos de creación, producción, distribución y acceso, son los nodos de un modelo en red, que se retroalimenta constantemente, y fluctúa, sin un orden específico y en un campo de interacciones permanente, en donde son más visibles las formas de resistencia que crean los artistas, las formas de adaptación y disputa que les permite producir un tipo de oferta y demanda que se activa desde otro orden. En el modelo de producción en red, el destino y el origen, la cabeza y la cola del proceso, son nodos que pueden ocurrir tanto al inicio como al final, y evidencian otras maneras y acciones que permiten dinamizar el mercado, mencionó Carrillo.
No siempre se puede saber con anticipación el efecto que produce la obra en el público, por la estructura heterogénea de la producción artística, que proviene de estéticas y temporalidades distintas. Las lógicas de la oferta y demanda tiene otros ritmos y temporalidades, las cuales se activan en el presente con la resonancia de los ecos que nacen en momentos históricos determinados. Los productos artísticos se extrapolan de esa manera, de tiempo en tiempo, de espacio a espacio, con sus propias marcas e imaginarios, lugares y contextos, de donde surgen las estéticas de las obras, añadió el Director del IFCI.
En el contexto de esa discusión, desde el público pidió la palabra una artista del campo de las artes escénicas, y en una ráfaga de preguntas que resonaron a respuestas se entabló el parámetro de una nueva discusión.
¿Cómo podemos los artistas pensar y comprender la cadena de valor, desde un enfoque empresarial, si nuestras formas de trabajo responden a otros tiempos y valores, muy diferentes al valor de otros productos del mercado?, ¿cómo medir el tiempo de trabajo de los artistas, si en la producción del arte la temporalidad tiene otras forma de elasticidad?, ¿cómo hacer visible nuestras producciones en un medio que no consume arte y no tiene políticas públicas claras?, ¿cómo canalizar el tema de la oferta y demanda desde nuestras propias maneras de ser como artistas?, ¿cómo hago que mi producto artístico, con sus tiempos y esfuerzos, me genere alguna ganancia? En cada pregunta se ocultaba una experiencia que los asistentes reconocieron enseguida en sus propios procesos. Luego de un instante, en el teatro redondo, más de un asistente levantó la cabeza en direcciones indeterminadas, en símbolo de reflexión.
En respuesta, Carrillo puso en contexto la situación actual del sector de las artes, en el marco de la reducción presupuestaria que tuvo la institucionalidad pública en materia de arte y cultura desde el 2020. Además, motivó a los presentes a tomar una postura activa desde procesos organizativos. Es momento de activarnos desde los distintos sectores de las artes, organizarnos e incidir en los procesos de política pública que enmarcan las acciones de las prácticas artísticas. Reconocemos que hace 10 años se pensó al Estado como un mecanismo para regular los mercados, sin embargo, en la actualidad, debemos encontrar otras respuestas, con reflexiones distintas. Tenemos que reconocer que el Estado perdió su capacidad de acción y que la reducción del presupuesto en cultura es determinante. La situación actual del país define otras prioridades que orientan los recursos, como es el tema de la seguridad. Por eso, la llegada hacia los públicos es mas escabrosa en ese sentido; y el fomento, es un proceso de inventiva que lo construimos a diario bajo esas limitaciones. Es fundamental entrar en la disputa de lo público, desde la sociedad, y empezar a construir, conjuntamente con el Estado, la posibilidad de un modelo de producción en red. Este modelo, si bien nos advierte que no todo pasa por el mercado, también nos abre otras posibilidades de conjugar nuestras acciones hacia un proceso que devenga en una industria cultural. Es oportuno reconocer en ese sentido el poder que tienen las políticas públicas, para incidir en el orden económico y a partir de ello, debemos diputarnos esas acciones y esos espacios, concluyó Carrillo.