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Jorge Carrillo en la FAUCE: decisiones políticas, estéticas y económicas en los engranajes de la cadena de producción

Estudiantes de diferentes disciplinas artísticas de la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador, se concentraron, este 2 de julio del 2024, en el Auditorio 2 del Centro de Información Integral-UCE, para participar de la conferencia de Jorge Carrillo Grandes, Director Ejecutivo del Instituto de la Creatividad y la Innovación.

Jorge Carrillo, quien fue ex alumno de artes escénicas de la FAUCE, atravesó la cuarta pared del auditorio, y con cierta pertenencia y afectividad, se acercó al público con una pregunta que cavó profundo en la reflexión de los estudiantes. Además del gusto y talento que tenemos por alguna disciplina artística, ¿por qué estudiamos artes?, ¿para vivir de las artes? Mencionó, después de introducir al conversatorio los elementos que componen la cadena de producción en el campo de las artes.

La producción artística inicia con una fase dedicada a la investigación, ahí definimos las ideas del proyecto, cómo lo queremos hacer, su contenido, el sentido de la obra. Luego el proyecto se consolida con la etapa de creación y producción, en la cual, el artista establece las necesidades, reconoce los recursos con que cuenta o requiere: recursos materiales y humanos, rubros y presupuesto, la pragmática para dirigir su trabajo. Luego, el proceso requiere de nuevas actividades para ampliar el margen de los públicos, entramos en la fase de promoción y difusión. En esta etapa el gestor elabora las estrategias de comunicación, piensa en las maneras de promover su trabajo y difundirlo para alcanzar su audiencia. Este proceso avanza hacia la distribución y circulación del proyecto, en la cual el artista se ve en la necesidad de crear alianzas, redes de colaboraciones o de financiamiento, que ayuden a solventar los rubros que implica el proceso. Y finalmente, el trabajo se asienta en la etapa de comercialización, en hacer cuentas, en definir ganancias y gastos.  Por ello, cuando el arte se piensa desde la lógica de la oferta y demanda, se orienta hacia un fin, y ese fin es el público, mencionó Carrillo.

La complejidad de pensar el arte desde la cadena de producción desató en la sala una serie de cuestionamientos y posiciones que enriquecieron la discusión. Surgieron criterios sobre el rol del Estado en la economía de las artes, sobre el papel del artista en la lógica de la producción y la función de la academia en los procesos de formación en gestión cultural.   

Nosotros ya estamos por graduarnos y recién nos preguntamos sobre cómo vivir del arte en un país que no consume nuestro trabajo, mencionó una estudiante de la carrera de artes plásticas. Al mismo tiempo, otro estudiante de la carrera de música enfatizó la idea de fortalecer el rol del Estado en el financiamiento de los productos culturales: el Estado cumple un papel fundamental para la sostenibilidad del trabajo del artista, sin embargo, se necesita fortalecer las audiencias y para eso debe existir una corresponsabilidad entre el artista y las Instituciones dedicadas a la cultura. Por otro lado, la autocrítica surgió de la voz de un docente: debemos salir de esa miopía romanticista que asume la posición de que el artista produce para sí mismo. Ni los artistas ni la academia han considerado el tema de profundizar en las capacidades de la producción y la gestión cultural. Nos falta capacidad para reconocer los costos que implica la producción de cualquier obra. Debemos pensar que, por fuera de las aulas, el arte se inserta en un proceso económico, enfatizó el académico.

En el marco de ese debate, la ponencia de Jorge Carrillo motivó a los asistentes a reflexionar sobre la dimensión de los públicos y el consumo de bienes y servicios culturales, sobre los objetivos que orientan el proceso de creación de las obras, ¿cómo logro que mi producción artística llegue a un proceso de interacción social, a interactuar con los públicos? Preguntó Carrillo y añadió: Ello implica aprender a consolidar el trabajo desde una estructura de proyecto, con sus objetivos y presupuesto, con su administración de recursos.  Además, implica reconocer el sentido y objetivos que dirige la producción de las obras. En ese sentido quiero resaltar que debemos situar el trabajo en los engranajes de la cadena de producción, porque de esa manera podemos reconocer cuáles son las decisiones políticas, estéticas y económicas que asumimos como artistas.

Finalmente, a fin de reflexionar sobre la profesionalización de los artistas, sobre el objetivo de estudiar y mirar el arte como una opción de trabajo, la charla se orientó a cuestionar el enfoque que comprende a las industrias culturales como un proceso de manipulación o de lógicas inmutables de homogeneización cultural. Se trata de prácticas de consumo y formas de apropiación simbólica que surgen en estructuras sociales fragmentadas, mencionó el Director del IFCI y añadió. Por ello, hay que romper el mito de pensar el arte como un proceso alejado de su comercialización. Debemos crear las capacidades para poder impulsar el desarrollo de una industria cultural, y eso significa transformar la manera en cómo asumimos nuestro trabajo, y para quién producimos; significa pensar en los consumidores, trabajar con base a públicos específicos, a grupos diferenciados entre los consumidores, en consideración a brechas generacionales, a distancias económicas, educativas y sociales, a modos divergentes de elaborar sensibilidades distintas.


 

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