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Augusto San Miguel ha muerto ayer… y hoy, desde su primera película, se cumplen 100 años de cine ecuatoriano

Fue en 1874 cuando, el expresidente del Ecuador, Gabriel García Moreno, para entonces profesor de la Escuela Politécnica, contrató al científico alemán, Theodoro Wolf, para que proyecte, en Quito y Guayaquil,   la imágenes en movimiento de una linterna mágica que exponía la geología y geografía de la vieja Europa.  

La chispa de esa linterna creció en un pequeño fuego algunos años después en el país, cuando el cinematógrafo se instaló como espectáculo público alrededor de 1901. En ese contexto, en Guayaquil se exhibieron: La pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, Los funerales de la Reina Victoria y La última exposición de París, y tres años después, la película de “Juana de Arco”, con fotogramas coloreados a mano.

El origen del campo cinematográfico parecía ser prometedor. No pasó mucho tiempo, hasta que una compañía itinerante -que le pertenecía a un joven italiano de nombre, Carlo Valenti-, capturó con su lente imágenes en movimiento de Quito y Guayaquil, y así se exhibieron los primeros registros cinematográficos hechos en tierra local. En Guayaquil se proyectó, Amago de incendio, Ejercicio del Cuerpo de Bomberos y Procesión del Corpus. En Quito, se proyectaron, Vistas del Conservatorio Nacional de Música y Festividades del 10 de Agosto.

Dichos antecedentes sirvieron de impulso para captar la atención de un público que empezaba a sentir en carne propia el proceso de modernización que experimentaba el mundo. Fue así que las exhibiciones itinerantes del cinematógrafo encontraron en el medio popular el espacio de circulación propicio para exhibir, y lo hicieron junto a otros espectáculos populares como el boxeo y las corridas de toros.

La atracción del cinematógrafo se encontraba adentro de carpas itinerantes a donde el público acudía para experimentar otro mundo con los ojos, y aquellos espacios se convirtieron, de alguna forma, en las primeras salas de exhibición de cine del país.  En ese medio se presentaron: El acorazado Asama SS, Combate naval de buques rusos y japoneses, La kleptomania y Terremoto de San Francisco de 1906, entre otros.

El proceso modernizador del mundo llegó al país con más fuerza con la entrada del ferrocarril en 1908, y aquella locomoción abrió al cinematógrafo la oportunidad de circular y exhibir, y se logró extender su difusión en el territorio. En ese tren se movilizó la Compañía de Casajuana y Wickenhauser, que recorrió de Guayaquil a Quito con un espectáculo cinematográfico acompañado de la armonía y melodía de músicos locales que ambientaron aquellas imágenes en movimiento.

En ese contexto, surgió la primera productora y distribuidora de cine ecuatoriano, Ambos Mundos, y con ella, se creó también el primer teatro en Guayaquil, El Teatro Edén, en una casa grande y frondosa de la Av. 9 de Octubre.

La visión de dicha productora se trasladó  hacia Quito, y exhibió sus imágenes en el teatro del Instituto Mejía, imágenes filmadas por camarógrafos ecuatorianos: La recepción del Exmo. Señor Víctor Eastman Cox, son filmaciones de ese momento en las que aparecen políticos de la época, como Eloy Alfaro.

Al mismo tiempo, mientras los políticos veían en el cine el poder de hegemonizar sus obras a través del discurso de la imagen en movimiento, la audiencia del cinematógrafo se incrementó a pasos agigantados. Nuevos espacios de exhibición aparecieron en Quito, cuatro salas fueron inauguradas en 1914: Variedades, Popular, Puerta del Sol y Royal Edén; también se inauguró el Cinema del Hotel des Etrangers, la primera sala con servicio de bar.

Por su parte, en la dinámica de ese espectáculo, los diarios dedicaron una importante sección entre sus páginas para publicar los eventos cinematográficos, que, para entonces, ya estaban organizados por empresas que tarían estrenos de hollywwood, como la empresa Teatros y Cinemas, fundada en 1934, que creó alianzas con Metro Goldwyn Meyer.

Por otra parte, la producción cinematográfica ecuatoriana tomó consistencia en la mirada de una mente creativa, en la figura de un artista guayaquileño, Augusto San Miguel, hijo único de una familia adinerada, quien fundó la empresa: Ecuador Film Company, con el dinero que heredó después del inesperado fallecimiento de su padre.

Augusto San Miguel, recibió una fortuna estimada en dos millones de sucres a la edad de 19 años, y con ese fondo, junto al actor italiano Carlo Bocaccio, fundó en  1923 una escuela de actores mímicos, que funcionaba también como estudio de filmación. Ahí se crearon la películas argumentales que lo convirtieron en el pionero del cine de ficción del Ecuador.

Fue así que el 7 de agosto de 1924 se estrenó el primer largometraje argumental ecuatoriano: El Tesoro de Atahualpa, que trató de la búsqueda de aquel tesoro Inca que supone yace escondido en algún lugar de la cordillera de los Andes. El filme contenía numerosas tomas sobre la vida y costumbres de los pueblos originarios, y la contemplación de los paisajes que es digna de apreciar en un viaje en tren, de Guayaquil a Quito.

 El mismo año, el 24 de noviembre,  Augusto San Miguel, estrenó su segundo argumental, Se necesita un guagua, en el cual, el artista guayaquileño fue actor, director y productor de la película. Un año más tarde, el 7 de febrero de 1925,  proyectó su tercer argumental, producido, dirigido y escrito por él, Un abismo y dos almas. Poco tiempo después, el 20 de abril de 1925, estrenó su último filme, El desastre de la vía férrea, una película que tuvo mucho realce por la magnitud de sus escenas, que fueron una novedad en el cine ecuatoriano.

Para entonces, el cineasta ecuatoriano había agotado todas sus reservas económicas, y estaba enfermo de cirrosis.  El 5 de Noviembre de 1937, fue trasladado a la sala San Miguel del Hospital General donde le operaron del estómago.  “Aun no, madre, aun no” fueron sus últimas palabras, y dos días más tarde, Augusto San Miguel, falleció.

El 8 de noviembre de 1937, apareció en la prensa un titular que conmocionó a quienes apreciaban su obra, en el periódico decía: Augusto San Miguel ha muerto ayer, y hoy, desde su primera película, “El tesoro de Atahualpa”, se cumplen 100 años de cine ecuatoriano.


 

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